Carta Prof. Villaverde
Acaso también, en nombre de la “luz que vence las sombras”, se insista en la �ranía de apagarla, cuando laxos y ciegos entre morralla mu�lamos sensibilidad, academia y democracia.
Pepe Faja se murió de mengua y nadie lo dijo por ese exceso de cuidado que tenemos en decir verdades incómodas en nuestra UC. Preferimos una verdad confortable que no sea verdadera, para eludir la muerte de Carlos, con sus miembros inferiores en estado de putrefacción. Por sepsis se murió Hermes pues el an�bió�co no estuvo a �empo. Las escaras de Consolación revelaron, tras su medio siglo de docencia inigualable, que los cuidados palia�vos para curárselas no existen en ningún programa de salud universitario y eso que mucho más de la mitad de sus profesores(as) pasa de la sexta década de vida. El cáncer de Luis no pudo ser prevenido pues son escasos los programas sistemá�cos de prevención de tan terrible enfermedad, segunda causa de muerte en el mundo, además del costoso oxígeno necesario full �me para su cáncer de la esfera respiratoria.
Se han ido estos fraternos al otro barrio y los que quedamos nos seguimos preguntando ¿De cuál previsión en salud para los profesores(as) estamos hablando? Cómo antecedente notorio hará ya unos tres lustros que el único programa de prevención sistemá�ca que hubo alguna vez en la universidad (el EMPTI desde el UAMI) fue cerrado porque a la autoridad universitaria de entonces le resultaba baladí e injus�ficable, no así las comedias de teatro o los Cascanueces cada año en el Municipal para solventar la interminable construcción de aquella otra mole de “cabilla, bloque y cemento”, que vemos enmontada en Bárbula. Allí sí insis�mos, pero en procurar previsión social en salud no tanto.
Como médico sé que el problema es mul�causal y complejo, pero también estoy convencido, visto lo visto, que son muchas las negligencias y omisiones, y precisamente por eso, cuál fábula del colibrí, las denuncio sin cansancio, desde el dolor y la impotencia como galeno de no poder hacer casi nada. Estoy persuadido que muchos de estos trágicos desenlaces son evitables o suscep�bles de cambiar a estadios de mayor dignidad en la dolencia, si, por ejemplo, el medicamento estuviera a �empo y fuera suficiente; o exis�era una instancia permanente de cuidados palia�vos domiciliarios; o que la cirugía necesitada fuera oportuna (sin tanto requisito insensible de clínicas y empresas aseguradoras), si contáramos al menos con un quirófano; o si nuestro ins�tuto de previsión enfocara su esfuerzo en atender el drama de la atención a la enfermedad cuando sobrepasara los niveles de atención primaria.
En algún momento de nuestras vidas docentes tuvimos un Ins�tuto de Previsión Social que podía paliar o acreditar gastos de este �po que surgieran, pese a que muchos pretenden ahora borrar y extraviarse en vericuetos de lo que significa la previsión social. Frente a la carencia actual afloran las excusas: desde la alevosa intención, del régimen nefasto y criminal que durante un cuarto de siglo azota a todo un pueblo y del cual los universitarios ya no debemos esperar nada; hasta la insólita capacidad frente al drama de salud que padecemos, de vaciar dinero (se dice hasta un millón de dólares) en una construcción de apartamentos-resort en Chichiriviche, quemando nuestros ahorros que bien han podido servir para paliar estas escópicas de indignación. Peor aún, frente al drama que vivimos en materia de atención a la enfermedad, se insiste, año tras año, en corregir con el disimulo mercan�l de vender una póliza con empresas aseguradoras (se ha pretendido hacer ver la dichosa póliza como un logro de ges�ón cuando sólo enriquece a las empresas de seguros a costa del bolsillo esmirriado de los docentes). Y en 2023, en el “llegadero” de no tener para pagar una póliza (90% no �ene póliza que lo ampare), terminaros muchos muriendo por sepsis por no tener para adquirir una terapia an�bió�ca.
La indignidad que acompaña a la incer�dumbre de no tener previsión social eficaz y oportuna ha durado demasiado, profesor Fermín. Esperar más �empo por cambiar esta indignidad y que se sigan muriendo hasta de mengua profesores y familiares, sin la previsión social en salud que podría brindarle su ins�tuto, no puede ser una respuesta. Si usted -y su direc�va- no pueden hacer nada al respecto para cambiar estas cosas, entonces renuncie (desde su �empo vencido) o llame a elecciones para que los profesores decidan en democracia. No escuche a los laxos y ciegos en la morralla, Profesor Fermín, escuche a su conciencia: creer que solo vender pólizas para minorías privilegiadas o no hacer elecciones e irrespetar la democracia con saña y esmero, dará buenos resultados, mírese en los de la “ley y el mazo”, ese par de criminales aterrados como Maduro y el capitán de la orina, que por ello inhabilitan y no quieren elecciones.