Catanear es la ACCIÓN


Hoy celebramos el Tercer Domingo de Adviento, también conocido como “Domingo de Gaudete” o domingo de la alegría. El día es propicio para que, anticipadamente, nos invada la emoción de la alegría ante la proximidad de la Navidad. Y si hacemos nuestro el mensaje contenido en la carta que envió Pablo a los filipenses, podemos y debemos expresar:
¡Regocijaos todos, pues!
La crónica de hoy es la Nº 132 que he publicado durante ya casi tres años, habida consideración de que tengo un sueño y estoy luchando con y por la esperanza de recuperar nuestro Instituto de Previsión y Ahorro, que, dicho sea, es de todos y para todos. IPAPEDI: Catanear es la ACCIÓN es, pues, el título escogido para esta entrega dominical. Como en otra ocasión dije, “catanear” es “intentar persuadir y manipular a alguien con engaños, lisonjas y falsas promesas”.
De lo que hablaremos hoy es de un correo electrónico que el pasado lunes 09 de diciembre recibió nuestro Decano de FaCyT, el Dr. José Marcano, de parte de la señora Elisa e Fernandez@bolsadecaracas.com / gestión.accionistas@bolsadecaracas.com, funcionaria de la Bolsa de
Valores de Caracas, a saber:

El correo recibido por el decano Marcano, guarda relación con la oferta emanada de IPAPEDI hace aproximadamente dos (2) meses, y vuelta a enviar en la semana recién finalizada. El aviso en cuestión y, que acompaña la presente entrega, refiere a la “1era distribución accionaria de cajas de ahorro a nivel nacional”. Según se lee, los profesores UCistas seríamos los únicos profesores universitarios de Venezuela, que por ser miembros de IPAPEDI, seríamos a su vez poseedores de acciones en importantes empresas del país.
Mantengo y sostengo, que decir y pretender hacer creer, que los docentes de la Universidad de Carabobo somos dueños de acciones de unas empresas que hacen vida en el mercado bursátil; es solo cataneo en acción, puro y duro. Firme y enfáticamente ratifico mi parecer, según el cual, la idea de ser accionista de una compañía en el mercado secundario del ámbito bursátil, no es criticable y menos rechazable. ¡Enhorabuena!, quienes tengan ahorros y los puedan invertir en búsqueda, sobre todo, de verlos crecer.
No obstante, en el contexto de la realidad actual que afecta a los
profesores universitarios, la oferta en cuestión no sería otra cosa que
un “canto de sirena”, por referirse a algo que es atractivo y
seductor en apariencia, pero que en realidad puede ser un espejismo
generado en la penumbra de la opacidad informativa imperante en
IPAPEDI. Recordemos que SUDECA, por vía del superintendente, ha
sido claro en señalar que “visto que el período de gestión de los
consejos de administración y vigilancia de IPAPEDI están vencidos,
estos, por consiguiente, no pueden ni deben tomar decisiones más
allá de los asuntos de administración rutinarios; como por ejemplo,
hacer labores de mantenimiento menor, tramitar nómina y pagar
servicios públicos del instituto”.
El asunto de fondo lo puedo poner de relieve trayendo a colación un
diálogo que sostuve hace tres semanas, con un profesor jubilado de
mi Facultad de Ingeniería, que me dio clases en mi época de
estudiante. Me contactó desde España, donde ahora reside, y me
pidió que hiciera uso de mis buenos oficios a los fines de que alguien
en IPAPEDI lo atendiera, porque hasta ahora sus intentos habían
resultado infructuosos.
Me ocupé de que fuese atendido. Su aspiración era conocer ¿cuánto
era el saldo de sus haberes acumulados durante los 50 años
como asociado en IPAPEDI?. Me comentó luego mi profesor que
pudo, a Dios gracias, recibir la información que, según dijera, lo dejó
perplejo y casi horizontal. Por e-mail le respondieron que el balance
y saldo de sus ahorros de toda una vida eran ¡sesenta y tres ($63)
dólares! Es decir, los ahorros acumulados, equivalen en promedio a
$1.26 cada año durante ¡medio siglo!
Huelgan los comentarios. Esa es la triste y penosa realidad de casi
todo el estamento profesoral UCista. Vale decir, casi ningún profesor
de los 3.500 asociados supera hoy los $100 de haberes en IPAPEDI.
Sabemos que Abraham Maslow, inspirado en teorías de motivación
como la homeostasis de Walter Cannon y las pulsiones de Sigmund
Freud, propuso que las necesidades humanas siguen a un orden
jerárquico: desde las necesidades básicas de supervivencia hasta
aspiraciones mucho más complejas y propias del crecimiento
personal. Esta jerarquía de necesidades refleja cómo las prioridades
cambian en función de lo que ya ha sido alcanzado o satisfecho.
Profesor(a), con base en esto último, nos preguntamos: ¿Cómo se puede concebir que los docentes de la UC, cuyo sueldo no alcanza para satisfacer las necesidades básicas fundamentales (alimentos, transporte, vestido) puedan escalar y llegar a tener satisfecha una necesidad jerárquica superior como sería la de ser accionistas en la Bolsa de Valores de Caracas?
Es sabido que lo que motiva y mueve a los seres humanos son las
necesidades insatisfechas. Así que, entonces, si IPAPEDI ha
hecho, irregularmente ―pues se desconoce el procedimiento
utilizado―, una distribución de acciones y ha transferido a algunos
profesores títulos valores o acciones (discriminando, tal vez, a
muchos otros), la lógica psicológica de Abraham Maslow nos induce
a pensar que la gran mayoría de los profesores se verían tentados a
vender dichas acciones a través de la empresa corredora “elegida”
por IPAPEDI. Pues vendidas las acciones y con dinero en mano,
podrían atender sus reales y actuales necesidades: las básicas.
Consecuentemente, es triste pensar lo que el impiadoso mercado
pagaría por las acciones. Probablemente, un precio por debajo del
pagado por IPAPEDI cuando las compró. Es decir, se incurriría en
pérdida. Y, si IPAPEDI pierde, en stricto sensu, perdemos los
profesores. Allí radica el capcioso y lucrativo negocio del que no
tengo pruebas, pero del que tampoco tengo dudas. Téngase en
cuenta que el rol de las empresas corredoras en el mercado de
valores, no es ser hermanitas de la caridad.
Lo anterior, ayuda a explicar el porqué, IPAPEDI: Catanear es la
ACCIÓN tiene como sentido de propósito la racionalidad utilitarista y
el provecho crematístico.