Diplomacia Coercitiva

Víctor Reyes Lanza |30-01-2025
El asunto de las deportaciones masivas de migrantes indocumentados que, en tal condición irregular viven en Estados Unidos, ha generado en estos días y, ojalá sea por poco tiempo, un revuelo de dimes y diretes entre los actores involucrados. La administración de Donald Trump, quien recién se ha estrenado como presidente por segunda vez, ha puesto en marcha por conducto de su Secretario de Estado, la llamada Diplomacia Coercitiva (DC).
Este tipo de diplomacia es una estrategia utilizada en las relaciones internacionales que combina y articula elementos de la diplomacia tradicional con sanciones de diversa índole que, en función del tiempo, podrían escalar hasta llegar al uso de la fuerza militar. Su objetivo principal en todo caso es persuadir a un determinado gobierno, Estado u organización a que modifique su conducta, bien sea paralizando la ejecución de una acción específica y/o adoptando una determinada posición que, por consiguiente, haga innecesario dar lugar a un conflicto de pleno carácter bélico.
Los Estados Unidos de América amenazan con l implementación de una combinación de medidas diplomáticas, alza de impuestos comerciales y presiones políticas acompañadas de coacciones y coerciones, a aquellos gobiernos que se resistan a recibir a sus migrantes nacionales deportados a causa de no ser portadores de su debida documentación. Esto, como se sabe, fue una de las principales ofertas electorales enarbolada por el entonces candidato y ahora presidente Donald Trump.
Según mi parecer, por ahora, la administración Trump está iniciando la puesta en ejecución de los cuatro elementos de que consta la llamada DC. A saber:
1). Amenazas creíbles. 2). Uso limitado pero progresivo de la presión. 3). Utilización del tiempo para dar cabida al diálogo y la negociación; pero dejando en claro que no hay tiempo para perder el tiempo. 4). Fijación de objetivos y metas en función de los claramente formulados.
Visto lo visto, es muy
probable que la discusión política reinante haya tenido su bujía de encendido en la predisposición actitudinal de animadversión entre los protagonistas. Todos somos testigos excepcionales de cómo, por ahora y una vez más, la emoción se impone a la razón en procederes y decisiones políticas. En las más de las veces, las decisiones emocionales suelen estar preñadas de precipitaciones y, por consiguiente, de equívocos. Es incontrovertible, que el impasse diplomático y político ha generado consecuencias diversas y duras sobre la gente.
Quizás lo debido en el caso debió ser proceder de modo tal de hacer lo que se debía y no lo que se quería hacer. Vale decir, debió procurarse hacer lo correcto y no hacer correctamente lo indebido. Aprecio que el presidente Trump está decidido a no pagar el precio político que supondría no hacer lo que dijo que haría. Tiene conciencia de que la diferencia entre lo que se dice y lo que se es, es lo que se hace.
La otras partes alegan que lo cuestionable e inaceptable en el proceder de Trump no es tanto lo que hace, y el porqué lo hece; sino el cómo lo hace.
Ahora bien: ¿Es efectiva la diplomacia coercitiva?
La efectividad es el logro de los resultados de conformidad y en concordancia con lo antes planificado. Normalmente, es difícil que, en política, las cosas acontezcan como fueron previstas. Quiere decir que el índice esperado de efectividad no ha de ser el esperado y aspirado, lo cual no implica que no haya eficacia. En política, por su impacto en la psique colectiva, la eficacia suele solapar a la efectividad y la eficiencia. Ante este hecho, la sensatez y madurez obliga a ser pragmático y no dogmático.
Hagamos votos porque la sensatez, sindéresis y madurez política se impongan en este gran país, que en 2026 cumplirá 250 años de ininterrumpida democracia, que, dicho sea de paso, es el modo de vivir más civilizado que haya inventado la especie humana.
Political Engineering
Coercive Diplomacy
Víctor Reyes Lanza | January 2025
The issue of mass deportations of undocumented migrants, who, due to their irregular status, reside in the United States, has recently sparked a wave of debate and controversy among the involved parties. Hopefully, this situation will not last long. The administration of Donald Trump, who has just taken office for the second time as president, has put into motion, through his Secretary of State, the so-called Coercive Diplomacy (CD).
This type of diplomacy is a strategy used in international relations that combines and integrates elements of traditional diplomacy with various sanctions that, over time, could escalate to the use of military force. Its primary goal is to persuade a specific government, state, or organization to modify its behavior—whether by halting the execution of a specific action and/or adopting a particular position—thus making a full-scale military conflict unnecessary.
The United States of America is threatening to implement a combination of diplomatic measures, increased trade tariffs, and political pressures accompanied by coercion against governments that refuse to accept their deported nationals who lack proper documentation. As is well known, this was one of the main electoral promises championed by then-candidate and now-president Donald Trump.
In my view, for now, the Trump administration is beginning to implement the four elements that constitute Coercive Diplomacy:
1. Credible threats.
2. Limited but progressively increasing pressure.
3. The use of time to allow for dialogue and negotiation, while making it clear that there is no time to waste.
4. Setting goals and objectives based on clearly formulated plans.
Given the current situation, it is highly likely that the ongoing political debate was ignited by the underlying hostility among the key actors. We are all exceptional witnesses to how, once again, emotion is prevailing over reason in political actions and decisions. More often than not, emotional decisions tend to be rushed and, consequently, prone to errors. It is undeniable that this diplomatic and political impasse has had various harsh consequences for the people involved.
Perhaps the right approach in this case should have been to do what had to be done, rather than what one wanted to do. In other words, the goal should have been to do what is right, rather than to execute incorrectly what is inherently wrong. I believe that President Trump is determined not to pay the political price of failing to do what he said he would do. He understands that the difference between what one says and what one is lies in what one does.
The opposing parties argue that what is questionable and unacceptable about Trump’s approach is not so much what he does or why he does it, but rather how he does it.
¿Is Coercive Diplomacy Effective?
Effectiveness is the achievement of results in accordance with prior planning. In politics, it is usually difficult for things to unfold exactly as predicted. This means that the expected level of effectiveness may not always be achieved, which does not necessarily imply a lack of efficacy. In politics, due to its impact on the collective psyche, efficacy often overshadows effectiveness and efficiency. Given this reality, wisdom and maturity demand that we be pragmatic rather than dogmatic.
Let us hope that wisdom, sound judgment, and political maturity prevail in this great nation, which in 2026 will celebrate 250 years of uninterrupted democracy—the most civilized way of life ever devised by humankind.