ELECCIONES UC 2023
Tal vez una de las mejores noticias que hemos recibido los UCistas, de un tiempo para acá, sea la de que en fecha próxima, el miércoles 29-11-2023, de nuevo, los miembros de la comunidad universitaria volveremos a ejercer el derecho al sufragio. ¡Enhorabuena!
Vale decir que volvemos a ser concitados para ratificar nuestro talante democrático en el marco de unas elecciones libres y democráticas. Significa que, como en los mejores tiempos, vamos a llevar a cabo el importante acto de elegir decanos y autoridades rectorales, lo cual implica retomar la alternabilidad democrática en la conducción de nuestra casa de estudios.
Fue en 2008 cuando se llevó a cabo el último proceso en el que elegimos a nuestras actuales autoridades. Han transcurrido, por tanto, quince (15) años a lo largo de los cuales hemos podido verificar la veracidad de la siguiente afirmación: ”tiempo y cambio se implican mutuamente”. Lo cual quiere decir, que si algo ha cambiado es porque el tiempo ha pasado; y, si el tiempo ha pasado, las cosas han cambiado.
Quienes tienen la pretensión de liderar y gerenciar la Universidad, con sus siete (7) Facultades, están obligados a poseer unas coordenadas de orientación en el tiempo y en el espacio. En efecto, un líder y gerente académico universitario debe estar debidamente orientado y capacitado para responder a tres (3) preguntas fundamentales. A saber:
¿De dónde venimos?, ¿Dónde estamos? y ¿Hacia dónde vamos?
¿De dónde venimos?
Es una interrogante que debe ser respondida con testimonios y logros académicos inequívocos, observables y verificables, derivados de las gestiones y/o desempeños por parte de quienes aspiran y esperan recibir la confianza de los votantes. Es lógico pensar y esperar respuestas con base en la huella que haya podido quedar plasmada en hechos, producto de gestiones proactivas y responsables.
La decisión electoral de 2023 es crucial porque, tal vez, ya no tengamos tiempo para perder tiempo, y seguir confundiendo la excelencia académica con moles de bloque, cabilla y cemento que, como las conocidas, se yerguen moribundas en los paisajes de Bárbula y Chichiriviche. Especie de símbolos del mayor desvarío y extravío de decisiones equivocadas tomadas en momentos equivocados.
¿Dónde estamos? No creo que deba detenerme a responder esta interrogante. Por el contrario, estoy sinceramente persuadido de que la respuesta la debe tener usted, profesor(a), quien en este momento está leyendo esta crónica dominical, por cierto, la número ochenta y uno (81), que he dedicado al rescate y renacimiento de IPAPEDI; y que hoy, particularmente, la vinculo con algo tan importante como son las ya próximas elecciones decanales y rectorales UC 2023.
Confieso que a lo largo de mi campaña no me duele la espalda por lo que cuesta llevar a cuestas la prudencia, paciencia y perseverancia. Me duele más el peso de la irresponsabilidad en levadura de los miembros ilegítimos de los consejos de administración y vigilancia de nuestro instituto de previsión. No me duelen los ojos por leer y escribir, me duele la carga de mirar tanta insensibilidad de parte del grupo de privilegiados que mantiene secuestrada a nuestra caja de ahorro y que insiste en seguir esquilmando el bolsillo de los profesores: obsérvese la oferta de la póliza de salud IPAPEDI, “coincidencialmente”, en los días de pago del menguado aguinaldo.
No me duele mi garganta, me duele más el alarido que emana de ella pidiendo y demandando, como lo he estado haciendo sin cejar, las elecciones libres y democráticas para renovar al IPAPEDI.
¿Hacia dónde vamos? El liderazgo universitario está demandado y obligado a realizar un ejercicio de prospección, orientado este en el sentido de hacer avanzar la UC. El leitmotiv de la universidad es la academia, razón por la que es menester inducir y contagiar la sinergia de las mejores voluntades y capacidades, para el logro de este magno propósito.
Durante un año y ocho meses hemos venido proponiendo el Ecosistema Productivo Académico (EPA) y el Ecosistema Sanitario Autónomo (ESA), como andamios que soporten la estructura académica de la universidad. Sin un ingreso digno y decoroso para el profesor, no podemos esperar niveles de desempeño y rendimiento académico ajustados al deber ser. Si la percepción de seguridad social que, otrora nos brindaba IPAPEDI, no la restituimos, tampoco avanzará la academia como anhelamos y queremos. Está claro, entonces, que el problema lo resolveremos integrando sinérgicamente a todo el tejido humano que hace vida en nuestra Alma Mater. Vale decir, o vamos juntos como un equipo con un claro sentido del propósito o seremos progresivamente desintegrados como institución de educación universitaria.