Emociones y Elecciones
Esencialmente, una campaña electoral es una confrontación de comunicación política. Dicha confrontación es una especie de guerra en la que, desde diversas trincheras, se disparan mensajes, se infunden percepciones y se exponen realidades. Lo anterior constituye el enfoque clásico imperante con el que los candidatos emisores procuran seducir, persuadir y convencer a los electores receptores.
No obstante, desde hace cierto tiempo el manejo de las emociones de los votantes se ha incorporado dentro del marco estratégico de la gerencia de las campañas. La Neuropolítica, usando la georeferenciación segmentada de los mercados electorales, el minado de datos y el neuromarketing configura una propuesta razonablemente disruptiva desde la que se diseñan y ejecutan las campañas.
En efecto, hoy día es frecuente observar cómo la guía estratégica con la que se manejan las campañas electorales se orienta hacia aspectos como identificar, activar y hacer sentir emociones en los electores. Recordemos que "emoción" deriva de la expresión latina emovere, que literalmente traduce poner en movimiento.
Podría decirse que en siglo y medio de investigaciones científicas sobre emociones, hay consenso entre los investigadores en cuanto a la existencia de cinco (5) grandes emociones (big five emotions), que, de conjunto, actúan como neurobujías que propician la movilización o desmovilización de la gente en lo que respecta a los asuntos políticos.
Por otra parte, la Ciencia Electoral se basa en cifras y datos y, esa es la razón por la que en las campañas electorales modernas, medir emociones se está constituyendo en un imperativo estratégico.
Coinciden, además, los estudiosos en que las cinco (5) emociones básicas universales son las siguientes:
La alegría, la tristeza, el miedo, el asco (repulsión) y el enojo (arrechera).
De conformidad con lo anterior, durante las elecciones, las propuestas y programas que son puramente racionales no ponen en movimiento a los electores, por la sencilla razón de que no los emocionan.
La movilización y el entusiasmo de los votantes está en función de la fuerza y poder excitante de las emociones despertadas y hechas sentir. Esto es, hay que desencadenar lo que se percibe encadenado, porque se siente el ensordecedor clamor de la liberación. Los electores, digamoslo a viva voz, ¡son seres emocionales que piensan!
Si en Venezuela, la mayoría de la gente está embargada en mayor o menor grado por las cinco emociones básicas precitadas. Si la gran mayoría de los venezolanos los domina la tristeza; si sienten miedo por un futuro que se proyecta sombrío; si manifiestan asco o repulsión por todo el estamento político partidista y si expresan enojo o arrechera por la tragedia existencial que los agobia, pues, entonces, no podemos menos que aceptar que es menester hacer una pausa para reflexionar sin predisposición actitudinal negativa y redefinir el enfoque estratégico con el que iríamos a una contienda electoral. Verbigracia, el posible referéndum revocatorio del presidente de la República.
Hay quienes se empeñan en seguir haciendo “correctamente” lo incorrecto y, aún así, esperan resultados favorables. Primeramente, se impone investigar y medir la intensidad del estado emocional que prevalece en el target objetivo, con el que se llevaría a cabo la contienda. Luego se conjugarían la razón y la emoción para producir los discursos y los storytellings que sean capaces de despertar y conectar sentimientos de afecto entre los electores.
Hacer política, no hay que olvidarlo, es dedicarle tiempo y atención a las personas con el objeto de satisfacer en cada uno de ellas el mayor anhelo de la naturaleza humana, que es la necesidad de sentirse importante.
Competir en un proceso electoral sin una bitácora emanada de la ciencia electoral es tanto como querer navegar y llegar a buen puerto sin tener rumbo ni piloto.