EQUILIBRIO entre RAZÓN y EMOCIÓN
Política es una expresión que ―como muchas otras― está en el dominio de las palabras categorizadas y etiquetadas como polisémicas. Es decir, acepta y aplican an ella una pluralidad de significados. Uno de los tantos, que siempre dependerán de sus contextos respectivos, bien puede ser el siguiente: política es un sistema permanente de interacción humana cuyo leitmotiv es el poder, lo que le otorga la particular característica de la omnipresencia o ubicuidad. La política la hacemos los seres humanos usando fundamentalmente el arma de la comunicación, que lleva en su seno el poder de la palabra.
Al ser los humanos seres emocionales que pensamos, cuando nos comunicamos para hacer política, lo hacemos, necesariamente, mediante el uso simultáneo de la razón y la emoción a los fines de procurar la persuasión, que es la senda a través de la cual alcanzamos el estadio en el que se ejerce el poder persuasivo. En una elección, por ejemplo, el comportamiento electoral de las personas es un fenómeno sociológico complejo, que combina sin mayor discusión aspectos racionales (razón) e irracionales (emoción). En los hechos, los electores toman la decisión de votar por un determinado candidato mezclando lógica (razón) y sentimiento (corazón).
Hay quienes son defensores de un mito según el cual, el votante vota o, en todo caso debería votar, asistido exclusivamente por su racionalidad. En mis diálogos y disertaciones sobre campañas electorales ―a menudo, y en uso del pensamiento crítico― pongo como ejemplo lo ocurrido en la economía como ciencia. A saber:
Durante mucho tiempo se creyó que los agentes económicos decidían exclusivamente guiados por criterios racionales. No obstante, hubo quienes plantearon disruptivamente que las decisiones económicas racionales estaban influidas por motivaciones y comportamientos irracionales. Ese enfoque alternativo, visto lo visto, hizo posible que al psicólogo académico Daniel Kahneman se le concediera el Premio Nobel de Economía en el año 2002.
Si en economía, a los efectos de tomar decisiones, lo irracional gravita y se pondera tanto como lo racional.
Entonces, ¿cómo no admitir y reconocer que algo similar ocurre en el campo de la política?
Lograr un equilibrio entre la racionalidad (cerebro) y la irracionalidad (corazón), como el sugerido en la foto de la presente crónica, es un desafío a la naturaleza humana. Lograr en política un equilibrio entre la razón y la emoción es fundamental, ya que ambos elementos están inevitablemente presentes, por ser intrínsecos a la condición humana, cuando se trata de tomar decisiones, así como cuando interactuamos en colectivo. El equilibrio, al que se aspira y espera, lato sensu, y según mi parecer, es equivalente a poner en el fiel de la balanza a las inteligencias racional y emocional. No olvidemos que la inteligencia puede ser vista también como una capacidad biológica de adaptación.
Ayer sábado, los venezolanos ―tanto los que viven en el país como los que viven en 330 ciudades de otros países del planeta― fueron protagonistas de movilizaciones demandando el respeto a la sacrosanta voluntad popular expresada en las elecciones del domingo 28J. Las susodichas movilizaciones simbolizan y denotan un pueblo emocionado, porque la emoción proviene de emovere, que es movimiento. La emoción es, reconózcase así, tan importante que, hoy por hoy, investigadores del bienestar y calidad de vida la consideran junto a la buena alimentación y al cuido físico del cuerpo, el trípode clave que garantiza el supra valor de la vida que es la salud.
Dios nos dotó de la capacidad para experimentar y expresar las emociones como un regalo que debemos agradecer, y emplear en todos los aspectos de nuestras vidas. Él quiere que lo glorifiquemos con nuestros sentimientos; de hecho, ¡no podemos honrarlo ni obedecerlo sin manifestar nuestros sentimientos!
Finalmente, el equilibrio entre razón y emoción en la política no significa suprimir una en favor de la otra, sino integrar ambos aspectos de manera que, hagan sinergia, se complementen y potencien cuando se trate de la toma de decisiones políticas.