Esperanza y Expectativa
Esperanza y expectativa, bien vistos, son conceptos que guardan entre sí importantes coincidencias en lo que se refieren a nuestras querencias con relación al futuro; pero también, no dejan de tener diferencias. Veamos:
La esperanza cabe dentro de las llamadas emociones complejas, que se derivan de la “rueda de las emociones”, a modo de un halo de íntimo optimismo de que algo deseado puede ocurrir, aunque de su ocurrencia, como sabemos, no tengamos certeza alguna. Su fundamento, si cabe decirlo, es la emoción y el deseo ―insisto―, al margen de su posibilidad real de que se haga realidad. Es un puro anhelo. Es flexible, dúctil y está ligada a la “resiliencia emocional”, que, ante lo adverso e incierto, nos ayuda a mantener una actitud mental positiva.
La expectativa, por su parte ―a diferencia de la esperanza―, es una franca suposición de que algo sucederá basado en hechos, experiencias y evidencias. Y al contrario de la esperanza, la expectativa tiene un componente basado en lo racional de los datos, cifras y, pudiera estimarse, incluso, en índices probabilisticos e inferenciales.
Ocurre con la expectativa y, quizá, no tanto con la esperanza, que se puedan generar, al no verse cumplidas, frustraciones o decepciones por estar más vinculada a resultados concretos y esperados.
La distinción clave entre ellas, diríamos, estriba en que la esperanza no depende de ninguna certeza o probabilidad de ocurrencia, sino de un puro deseo venido de la irracionalidad humana. En muchos es un estado de ánimo en el que se cree que lo que se desea es posible. Y entre creyentes puede estar basado en la fe.
Por contraste, mientras la expectativa está fundamentada en que algo ocurrirá soportado en un andamiaje de razones y/o evidencias concretas. La esperanza es irracional, subjetiva y hasta personalísima. En conclusión: una, la objetiva está amparada en el reconocimiento y aceptación de la razón como un don instrumental de uso colectivo, inmanente a la naturaleza humana. La otra, la esperanza es más una fuerza próxima a lo espiritual.
Bien. La crónica de este domingo la centro en formular y tratar de responder el siguiente interrogante:¿En IPAPEDI, podríamos conjugar la esperanza y la expectativa? Conjugar ambas ―esperanza y expectativa― pudiera ser la clave para motivar a los profesores afiliados a los fines de reconstruir la credibilidad que, por cierto, es la auténtica generadora de la confianza capaz de hacer emerger la esperanza de rescatar el Instituto del desvarío y extravío en el que, en mala hora, fue irresponsablemente sumido.
A tal efecto, debemos fortalecer la esperanza en la misión institucional, la misma que fue testimoniada en la portada del catálogo informativo del IPAPEDI del ayer, fechado en 2001, que acompaña a la presente entrega. Como puede verse, allí se lee: IPAPEDI Aliado Universitario de la Tranquilidad Familiar. En este 2024 lo señalado grita su ausencia, porque la diferencia entre lo que se dice y lo que se es, es lo que a la vista se hace.
Es imperioso resaltar, el modo en que el instituto puede trabajar por el bienestar a corto plazo de los profesores, fomentando en ellos confianza en que los esfuerzos de ahorro y previsión contribuirán ciertamente, y en justicia, a un vivir más justo y decoroso. Son muchos los ejemplos esperanzadores que pudieran traerse a colación de los tiempos cuando el Instituto se desenvolvía dentro de una lógica de servicio y atención humana.
Gestionar expectativas con transparencia a través de la comunicación clara que permita Informar a los afiliados sobre los límites y posibilidades reales, es impostergable. Detallar los servicios, beneficios y plazos de espera de manera honesta ayuda a ajustar las expectativas. Hoy la página Web de nuestro instituto de previsión está clausurada, la opacidad informativa es ahora un angustiante silencio.
Se impone manejar conceptos clave de ahorro y previsión para comprender las dinámicas económicas y los resultados esperados a corto, mediano y largo plazo. Es menester crear mecanismos de participación y acción, involucrando a los afiliados en la toma de decisiones. Usando la sinergia, debemos hacerlos parte activa en la creación de políticas previsionales.
Se precisa de formular y establecer metas alcanzables y diseñar programas de ahorro con metas progresivas, que permitan a los profesores visualizar logros inmediatos y mantener el compromiso a mediano y largo plazo. Sesenta y tres (63) años de existencia de IPAPEDI es la prueba testimonial de su resiliencia institucional. Hay que desarrollar un Ecosistema Financiero Eficiente (EFE), que proteja los recursos frente a crisis económicas, reforzando la confianza en la sostenibilidad.
Debemos construir confianza a través de resultados. Mostrar con hechos, cómo el instituto puede cumplir con sus compromisos a lo largo del tiempo. A tales fines, hemos formulado, propuesto y presentado el Economista Sanitario Autónomo (ESA) y el Ecosistema Productivo Académico (EPA).
Se precisa hacer efectivo el equilibrio entre esperanza y expectativa. Es imperativo resaltar el firme propósito colectivo de la ayuda mutua. Hacer énfasis en que, el esfuerzo sinergico conjunto, asegura la estabilidad para todos los afiliados.
Profesor(a), confieso mi pena por la parte y responsabilidad que me corresponda y, ofrezco disculpas en nombre de un importante grupo de profesores UCistas, por no haber podido, hasta ahora, liberar a IPAPEDI del secuestro por parte del grupo, lamentablemente padeciente de los síndromes de tentación totalitaria y ansiedad de protagonismo, que hace lo que les da su real gana con una propiedad que es de todos.
No obstante, anido la esperanza en mi fe de que todo cambia menos la ley de los cambios. Hay razones que alimentan nuestra expectativa positiva.
Sabemos que los principios del mal y los malos hábitos difícilmente se abandonan. La convicción de no ganar una elección y el miedo al costo de la salida es clave para explicar y entender lo que sucede en IPAPEDI. No obstante, hemos de continuar la lucha con todas nuestras energías, aun cuando no veamos por ahora el resultado.