INTELECTO Y MORAL

INTELECTO Y MORAL

La diferencia entre lo que se dice y lo que se es, es lo que se hace. Desde una perspectiva lato sensu, el comportamiento y el desempeño constituyen la acción y, por consiguiente, los hechos. El filósofo, matemático y escritor británico Bertrand Russell nos dejó un amplio y denso legado de intelectualismo moral. En una oportunidad, en la que fue entrevistado, le preguntaron: ¿qué recomendaría y aconsejaría a las futuras generaciones? Respondió que prefería recomendar y aconsejar en dos vertientes: una intelectual y la otra moral.
Refiriéndose a lo intelectual dijo: “cuando estés estudiando o considerando cualquier tema, solo pregúntate a ti mismo: ¿cuáles son los hechos? ¿Cuál es la verdad que los hechos arrojan? Y nunca te dejes desviar, bien sea por lo que deseas creer, o bien por lo que crees que te traería beneficios al ser creído". E insistía, "observa y presta atención a cuáles son los hechos”. Refiriéndose a lo moral, lacónicamente expresó: “el amor es sabio, el odio es tonto”.
Está claro que Bertrand Russell, quien predicaba y practicaba la razón y la pasión, nos recomendaba que, intelectualmente, era muy importante diferenciar las suposiciones emanadas del mundo mental, de los hechos acontecidos en el mundo real. En cuanto a lo moral señalaba la necesidad de que la tolerancia rigiera la interacción humana, porque las relaciones interpersonales serían crecientemente interdependientes. Aconsejaba que era irremediable aceptar el hecho de que ningún individuo era “monedita de oro” para ser anhelado y querido por todos. Así, entonces, añadía: “hay que vivir con sabiduría tolerante y no morir con la carga encima de ser tontos intolerantes”.
Es incontrovertible que los profesores UCistas vivimos una Emergencia Humanitaria Compleja. La EHC se constituyó
en una bujía emocional que puso en marcha y alineó a un considerable número de profesores en el propósito de lograr el renacimiento de nuestro instituto de previsión y ahorro.
A lo largo de año y medio hemos venido parafraseando las recomendaciones que nos legara Bertrand Russell. En efecto, cuando estudiamos a IPAPEDI como problema, desde la perspectiva del pensamiento crítico, nos interrogamos: ¿cuáles son los hechos? ¿Y qué verdades revelan esos hechos?.
A la pregunta sobre los hechos, nos respondimos: hay cinco (5) de ellos que sería imposible no palparlos, no verlos, ni sentirlos en el actual contexto del Ipapedi. A saber:

  1. Hace ya cinco años (5) que Ipapedi no paga dividendos, ni entrega el tradicional obsequio navideño a los profesores miembros del instituto.
  2. El derecho a retiro de ahorros o haberes, consagrado en el Estatuto del instituto, sigue conculcado.
  3. La otrora amplia política crediticia se redujo, únicamente, al otorgamiento de un crédito personal equivalente a 90 bolívares. Lo que vale decir, un monto menor a tres (3) dólares.
  4. La "política de seguridad social” está enganchada al negocio del sistema polizario, que consiste en una “alianza estratégica” entre Seguros Caracas, CoberGroup e Ipapedi a los fines de ofrecer una póliza de HC que, dicho sea de paso, el 90% de los profesores no podemos pagar.
  5. En el mal llamado proyecto recreacional Chichiriviche se vació un (1) millón de dólares, que apenas alcanzó para el levantamiento de una estructura de seis (6) pisos que, después de seis (6) años, ha quedado expuesta y a merced del salitre siendo hoy la causa de una patología estructural, altamente corrosiva y destructiva.
    Siguiendo a Bertrand Russell, los antes señalados cinco (5) hechos, puros y duros, conducen a la siguiente interrogante: ¿Qué verdades nos revelan esos hechos? La verdad es una especie de vértice en el que convergen lo que se piensa, dice y hace, y la realidad. A nuestra manera de ver, si todos los elementos negados por la práctica del Ipapedi de hoy, existieran, estaríamos en presencia de un verdadero instituto de previsión social; pero como lo que existe no es más que su negación, debemos concluir que el antiguo Ipapedi, en su carácter de instituto de previsión, ha sido prácticamente desaparecido, y lo que hoy existe es más que todo otra cosa, distinta a lo que fue y ya no es. Esa es
    la verdad.
    No obstante, en esta hora aciaga de nuestra caja de ahorro, moral e intelectualmente nos preguntamos: ¿Qué queda entonces de nuestra parte? Obligar el renacimiento de Ipapedi como imperativo moral y hacerlo con el intelecto de todos los profesores UCistas es lo inteligente y responsable.

¡Sabemos cómo hacerlo y sin excusas!

¡En IPAPEDI Elecciones YA!