¿Invertir o VIVIR?


IPAPEDI es un acrónimo cuya configuración permite su pronunciación como una sola palabra, compuesta a partir de cada grafema (letra) inicial de los términos principales de una expresión compleja, a saber: Instituto de Previsión y Ahorro del Personal Docente y de Investigación. El acrónimo, y el uso reiterado y prolongado, durante ya casi 64 años, ha contribuido a que el término ‘IPAPEDI’ haya sido incorporado al léxico―lexicalizado―habitual del estamento profesoral UCista, y “semantizado” como símbolo de lo relativo a la previsión y seguridad social.
En términos semióticos, la palabra IPAPEDI, es el significante―que bien puede ser objeto, palabra, imagen o acción―, mientras el significado es el concepto que subyace al significante, y que es evocado por este, al ser pronunciado. Léase, también, como la idea o el conjunto de ideas asociadas a ese término.
Vale decir, IPAPEDI es la organización institucional que debe velar por la previsión social y asistencia integral del profesorado de la UC. Por consiguiente, la condición de conexidad e inherencia del Instituto con la Universidad, por mandato de la Ley de Universidades, no deja en este contexto espacio para interpretaciones tergiversadas, torcidas o crematísticamente pagadas. Pero, dejamos en claro, que la palabra “IPAPEDI”, como cualquier otra, pudiera ser dotada de distinta o nueva significación. Y es lo que creemos que intenta el grupo al que, semióticamente , adversamos; pero también ética y moralmente.
Cada semana, vemos los flyers que nos llegan desde IPAPEDI, los interpretamos como una burla vil, cruel y desconsiderada. Basta leer cosas, como por ejemplo: “La decisión tomada por el equipo IPAPEDI, como tránsito a la recuperación del Ahorro / Inversión de nuestros afiliados ha sido una decisión acertada”. Visto lo visto, lo anterior es otro disparate retórico, vacío de contenido e incapaz de transmitir y producir bienestar observable para los asociados. Los profesores UCistas cada vez que cobran el sueldo deben resolver una duda: decidirse entre comprar comida o medicinas; si pagar el internet para, entre otras, poder dar clases virtuales; o si surten en algo el tanque de gasolina para poder asistir al campus de la universidad.
A los profesores se nos llama dizque “accionistas”, pero no tenemos ni voz en nuestra asociación ―IPAPEDI―, habida cuenta de que no se convocan las asambleas anuales para conocer la memoria y cuenta del año administrativo; y que ya a mitad del 2025, tampoco se conocen las de los años 2021-2022- 2023 y 2024. ¡Que barbaridad!. También, se nos califica de “inversionistas”. Vaya mayor burla. Cuando no podemos decidir sobre dividendos que nos pertenecen y que no se nos pagan desde hace seis (6) años.
Nos han pretendido reducir a espectadores de un tinglado de negocios (seguros hcm y funerario y mercado de capitales) en el que ni siquiera somos fichas: somos apenas la sombra que sostiene una estructura que cada día se deteriora más. Y mientras tanto, la vida pasa. Nuestros hijos y nietos crecen sin posibilidad de contar con la previsión y seguridad social. Las medicinas se terminan antes que acabe la quincena. Las neveras lucen vacías. La jubilación, esa meta que alguna vez fue un sueño de tranquilidad, ahora es apenas un punto lejano, incierto, del que ya no sabemos si alcanzaremos, ni en qué condiciones.
Profesor(a), ¿Invertir o VIVIR? es una interrogante clave. En la Universidad de Carabobo, donde la pasión universitaria debe florecer en el marco de seguridad social y libertad académica; el IPAPEDI nos ha adjudicado una condición tan insólita como contradictoria: somos, según el ilegítimo presidente “accionistas e inversionistas” en la Bolsa de Valores de Caracas. El título suena rimbombante y grandilocuente. Hinchado para la ocasión.
A simple vista, podría parecer una promesa de seguridad, de patrimonio, de futuro. Pero basta con revisar el saldo de la cuenta bancaria de los docentes y cruzarlo con la lista de alimentos y de medicamentos por adquirir, para que esa falsa ilusión se desmorone.
Como se desmoronó el espejismo de Chichiriviche, en el que según el susodicho, estaban garantizados y resguardados los ahorros de los profesores y, resulta que hoy, el salitre de la costa falconiana carcome ¡un millón de dólares! vaciados en la paralizada e inerme mole de bloque, cabilla y cemento especiosamente “Complejo Recreacional Chichiriviche”.
¿De qué inversión se habla, si el salario apenas alcanza para subsistir? ¿Qué acción real podemos ejercer sobre nuestro porvenir, si ni siquiera tenemos voz en las decisiones que afectan a nuestros recursos previsionales? La ironía es tan clara como hiriente: IPAPEDI nos proclama como actores del mercado de capitales, pero vivimos en condiciones de supervivencia. Cada semana, espetan una nueva fantasía bursátil a través de flyers, que nos colocan en el rol de exitosos participantes en el mercado de capitales. Sin embargo, en nuestras casas, lo que hay son despensas con escasez de alimentos, carencias de medicamentos y de seguridad social.
No obstante lo anterior, a pesar de que sentimos y lamentamos esta dura circunstancia, nuestra actitud hoy, más que nunca, es y seguirá siendo la de fortalecernos en las adversidades, y sustentar la esperanza a los fines de alcanzar el anhelo de rescatar para todos nuestro instituto previsional.