IPAPEDI: Su renacimiento

IPAPEDI: Su renacimiento

Víctor Reyes Lanza| 02-10-2022

El Renacimiento fue un fenómeno sociocultural, surgido en los albores del siglo XV en algunas ciudades de la hoy Italia. Tuvo al Humanismo como el acicate para articular algunos de los virtuosos principios de la Antigüedad con los que entonces emergían. El antropocentrismo tomó aliento para ser el eje sobre el cual giraría la nueva visión cultural.

Los rasgos del Renacimiento fueron muchos. Cito solo tres, los que conecto al propósito que nos reúne hoy en torno a la promesa del renacimiento de Ipapedi. A saber:

La secularización, signada por la sustitución de la preeminencia religiosa por una visión social compatible con la razón, que permitió el surgimiento de la pluralidad del pensamiento; el antropocentrismo, que colocó al ser humano como centro de su propia vivencia, y la racionalidad, que impuso la lógica como asiento de la filosofía y el desarrollo de las ciencias y las artes.

Durante mucho tiempo me he pronunciado junto a otros profesores asociados al Ipapedi, en torno a la situación de extravío, de insolvencia y hasta de inhumanidad, a la que se ha conducido a nuestro Instituto. En esta crónica expongo una “analogía” entre lo que significó el período histórico renacentista y el alicaído Ipapedi de hoy, en el que se percibe que la misión de previsión social se ha perdido y sobre el que pende la amenaza de que los ahorros acumulados durante 61 años queden invisibilizados, si no, pulverizados.

El ejemplo de la secularización en el Renacimiento me sirve al caso. En la crisis que hoy nos agobia, concibo la “secularización” como la disrupción del modo inercial de gerenciar (que en aquel tiempo era el dogma religioso) para dar paso a un modo inclusivo que promueva la participación e induzca el compromiso por parte de todos los miembros del Ipapedi. Quiero decir, que el Ipapedi de mañana, apelando al espírtu renacentista, erradique el personalismo y deseche el “falso cuerpo de verdades” que hasta el momento ha sido el modo de conducir al instituto, y pase de una vez por todas a asumir y cumplir con las verdaderas aspiraciones del profesorado.

En el Ipapedi renacido, debemos dar por concluido su deterioro, pues no tenemos tiempo para perder tiempo, ni excusas que aludir. A Ipapedi hay que rescatarlo, pues debe estar al servicio de sus asociados, sin cortapisas, y no, como ahora, a la disposición de los “antojos recreativos” de privilegiados. Cuando digo que urge el cambio en Ipapedi, invoco la necesidad de un giro copernicano respecto al cómo se manejan las cosas actualmente. Y en ese cambio, deben ser actores las mejores voluntades y capacidades, para que el rescate de Ipapedi sea para todos, que retome el verdadero sentido humanista que afloró en el Renacimiento.

Un cambio en Ipapedi, que haga valer de nuevo la previsión, donde se deje en claro que los docentes no somos una cuenta de debe y haber, ni pólizas impagables, sino que somos seres humanos, que ahorramos no para que se nos diga que tenemos deuda, que no hay dividendos y, que no podemos acceder a un crédito.

En el Ipapedi rescatado, debemos priorizar la preservación del supravalor de la vida del ser humano, del profesor y su familia. Rescatar la capacidad de Ipapedi de hacer sinergia para implementar perentoriamente, un Ecosistema Sanitario Autónomo (ESA) que permita atender la prevención en salud y atención a la enfermedad. Es posible, basta con querer hacer y establecer desde el ESA las sinergias necesarias para que, con el capital relacional de la UC y los entes previsionales y gremiales existentes, se pueda garantizar la atención eficaz y oportuna, y detener el estrés que nos embarga cada vez que tenemos un problema de HC.

No puede seguir prevaleciendo como única opción una póliza, que se financia desde nuestros bolsillos y que la mayoría no puede pagar. Un sistema que solo favorece a empresas aseguradoras, y que por su insuficiencia misma, a la hora de enfrentarnos con “la verdad”, ante los episodios de la enfermedad dejan en la orfandad absoluta al profesor afiliado.

Estoy convencido, al igual que muchos docentes, de que sí podemos cambiar al Ipapedi de hoy, extraviado como el que más, en un clarísimo desvarío y omisión de sus funciones de previsión social, en tanto que apuesta por un proyecto de bloque, cabilla y cemento como el de Chichiriviche.

Duele que se haya perdido el norte de lo social como propósito del Instituto, y que el oscurantismo (justo desde donde surgió en disrupción el Renacimiento que trajo prosperidad) se enseñoree, y prosiga en su labor, con propósitos inconfesables y fuera del ejercicio democrático y de toda legalidad.

Profesor(a), en IPAPEDI tenemos dos caminos: el continuismo o el cambio

¡Vamos por el cambio!


¡Sabemos cómo hacerlo y sin excusas!

¡Elecciones YA!