La Balsa de La Medusa
La actitud de una persona simple y llanamente definida, es la predisposición con la que lleva a cabo una acción física, verbal o escrita.
En 1816, en las costas africanas, encalló una embarcación que dio lugar a que más de un centenar de personas que iban a bordo, improvisadamente, construyeran una precaria balsa en la que estuvieron deambulando sedientos y hambrientos en altamar por un lapso de casi dos semanas.
Ese trágico episodio motivó e inspiró al pintor francés Théodore Géricault, a plasmar en un lienzo de aproximadamente 5x7 metros, la afamada pieza pictórica llamada ”La Balsa de la Medusa”.
En la referida obra, Géricault simula y dibuja en los rostros de las personas, la actitud que adoptaron en un momento límite de sus vidas.
Al apreciar la pintura, se percibe cómo, proactiva y denodadamente, algunas personas luchan por sobrevivir. Otras exhiben su desorientación como que si todo estuviese bien a su alrededor y no tuvieran plena y clara conciencia de lo grave de su situación. Otras tantas hablan y discuten sus pareceres y distintos puntos de vista acerca de la situación. Y finalmente, se aprecia también a quienes, resignados y paralizados, esperan que ocurra lo que ha de pasar.
Me permito hacer un ejercicio de imaginación, y extrapolar figurativamente que la obra del pintor francés sea la UC .
Quiere decir, imaginar a mi Alma Mater convertida en una ”balsa” en medio de una tormenta existencial que la azota y golpea con rudeza, pero sin la pretensión de que se la compare con la dantesca y trágica Balsa de La Medusa.
Imaginemos pues, a los miembros de la comunidad universitaria UCista en roles de tripulantes y pasajeros de una precaria e inestable ”balsa”, sumida en una creciente y muy agresiva turbulencia inducida, que hemos identificado, caracterizado y categorizado como una ”emergencia humanitaria”.
Nuestro Consejo Universitario ha declarado a la ”Universitas Carabobensis” en emergencia.
El gobierno le conculcó su autonomía, le usurpó el derecho a formular y ejecutar el presupuesto anual de la cuenta, y, por consiguiente, le desestructuró y movió las bases autonómicas que la definen como una universidad libre y con libertad.
Ser libre es una función inmanente a una institución universitaria.
Tener libertad significa que no esté sometida a los designios o influencias de terceros, que mediatizan el cabal cumplimiento de su alta misión.
¿Cuál actitud y postura debemos asumir los UCistas para impedir que la ”balsa” UC se hunda?
Mantengo y sostengo que la respuesta a esa pregunta debe emerger del “sentipensamiento” de quienes somos parte de la comunidad universitaria y hemos consagrado nuestra vida adulta a crecer junto con ella.
La respuesta no puede ser otra sino creer que somos capaces de sobreponernos a las actuales circunstancias y crear, como producto del querer, una nueva realidad.
La secuencia actitudinal es clave, creer con base en nuestras convicciones y valores; crear con las luces que nos proveyó nuestra Casa de Estudios, y querer, impulsados por el sentimiento de eterna gratitud.
No permitamos que la indisposición negativa y derrotista nos proyecte y lleve a la ilusión mental de una UC arruinada. Quiere esto decir que no debemos, permanentemente, estar inventariando las cosas malas o errores, porque eso coadyuva a que se reduzca la creatividad para avanzar.
El propósito, la pasión y la determinación, son las “neurobujías” que conectan y construyen la topología de la UC que anhelamos y queremos.
Las amenazas que acechan serán disuadidas y neutralizadas en la medida en que nuestras debilidades disminuyan, y podamos, en consecuencia, aprovechar las oportunidades.
La clave para reducir las debilidades es la unidad interior en torno a la alta y noble misión que la nación nos ha encomendado.
Un contexto de relaciones con empatía y la sinergia en torno a los asuntos esenciales no niega las diferencias y controversias. Por el contrario, pone a prueba la integridad y la honestidad de nuestros decires, y, sobre todo, de nuestros procederes.