¡LE ECHARON BOLAS!

¡LE ECHARON BOLAS!

El domingo 11-08-2024 publiqué una crónica titulada MISIÓN IMPOSIBLE. Refería en ella la imposible alquimia de convertir una mentira en verdad. Este domingo 25-08-2024, para no agotar el tema, insistiré en el asunto al servicio de lo cual entrego la presente nota con este coloquial título:

¡LE ECHARON BOLAS!
El título, de modo perspicaz (lo confieso), tiene el intencional propósito de expresar mi perplejidad por el hecho de que una bizarra decisión judicial haya derrumbado los pilares institucionales de un país, desconociendo la sacrosanta soberanía popular y menoscabando nada más y nada menos, que la inteligencia racional humana en cuyo seno está implicado lo epistémico, lo ontológico y lo lógico y, como guinda de la torta, la brutal violación de los principios básicos de la hermenéutica jurídica.
Permítaseme la siguiente digresión: soy ingeniero de profesión y profesor por vocación y, por razones pedagógicas uso la simplificación lógica, como un recurso didáctico, valiéndome de breves y concretas referencias a los fines de exponer la imposibilidad de la misión de hacer de la mentira una verdad.

La comunicación política no debe ser farragosa ni aburrida. Advierto entonces, que por favor, no se confunda la simplificación lógica con el simplismo lógico. Recordando y parafraseando al maestro Baltazar Gracián (1601-1658), hago mías, estas sus palabras: “la brevedad es lisonjera y más eficaz; se gana por lo atractivo lo que se pudiera perder por lo corto. Lo bueno, si es breve, es dos veces bueno; y más aún, lo malo, si es poco, entonces es menos malo”. Vaya sapiencia maestro.
Para demostrar la imposibilidad de convertir la mentira en verdad, me valgo y hago uso, como antes dije, de una combinación de argumentos de carácter filosóficos, lógicos y éticos. A saber:
La lógica aristotélica establece, según el principio de la no contradicción, que una afirmación no puede ser al mismo tiempo verdadera y falsa en el mismo contexto. Si algo es falso, no puede transformarse en verdadero sin cambiar los hechos o el contexto que le sirve de fundamento. Por consiguiente, una mentira (algo falso) no puede convertirse en verdad, ya que eso violaría este principio básico de la lógica. Un ejemplo: Si se dice que "el país es rojo rojito", dicha afirmación no se puede convertir en verdad sin cambiar la naturaleza del ecosistema de la flora vegetación del territorio venezolano o la definición misma del color rojo rojito. Así de simple.

La verdad resulta inmutable (episteme puro y duro) si se basa en hechos y realidades objetivas no susceptibles al cambio por la mera manipulación discursiva de su enunciado. Cambiar la percepción de un hecho (una ilusión de verdad) no cambia la verdad subyacente al hecho. Una mentira solo es un intento de distorsionar la percepción de la verdad, no la verdad en sí misma. Por ejemplo, aunque se intente convencer de que algo falso es verdadero, el hecho subyacente permanece inalterado e inmutado.

Los hechos ocurridos el 28J son acontecimientos concretos que sucedieron con independencia de cualquier interpretación política o jurídica. Se impone pues, la jerarquía y supremacía de lo ontológico. Una mentira no puede alterar un hecho, porque este ya ocurrió; solo nos queda cuanto hace posible su reconstrucción. Verbigracia, lo que ocurrió el 28J tiene un root locus único en la bidimensión espacio-tiempo; por consiguiente, ninguna falsificación a posteriori puede cambiar dicha realidad.

La misión imposible de convertir la mentira en verdad, tiene profundas implicaciones éticas y sociales. La Constitución Nacional, que es el sumo pacto social venezolano se basa en la confianza y la verdad. Si se permite y acepta la intencionalidad de convertir la mentira en verdad, se fractura, erosiona y debilita la base de la confianza y cohesión social, lo que conduciría irremediablemente, a la entropía y la desconfianza generalizada. Por ejemplo, si en el sistema de justicia, se acepta la conversión de un proceso electoral en un proceso judicial, la justicia se ve comprometida, y las víctimas y la sociedad como un todo, sufrirán sus infaustas consecuencias.

En el método científico, las afirmaciones deben ser verificables y, además, susceptibles y sujetas a la cribación de falsificaciones y adulteraciones. Una mentira, por su naturaleza, no puede ser verificada o comprobada, ya que no se basa en hechos reales. Por lo tanto, no puede sostenerse bajo el escrutinio riguroso que exige la ciencia para aceptar una afirmación como verdadera. Como muestra: si una teoría científica se basa en datos falsos, no pasa la prueba de repetición de experimentos o la revisión por parte de sus pares.

Las vivencias personales y colectivas actúan como testigos de la verdad. La ley de los testigos siempre ha sido parte de la obra del Señor en la Tierra. Esta ley establece que “en boca de dos o tres testigos se confirmará toda palabra” (2 Cor. 13:1; véase también Deut. 17:6; Deut. 19:15; Mat.)”

Así que una mentira, por más que se repita, señor Goebbels, no puede cambiar las experiencias vividas por las personas que conocen la verdad. Es incontrovertible que los venezolanos protagonizamos y fuimos testigos excepcionales y presenciales del evento electoral presidencial del 28J. Cualquier versión falsa y caprichosa de ese hecho no puede borrar la memoria y experiencia compartida de los millones que fuimos sus testigos.

Los argumentos ut supra reafirman, que la verdad no es frágil sino que por el contrario, es aceradamente resistente a la manipulación y que, aunque las percepciones puedan distorsionarla; la verdad en sí misma permanece inmutable. Una sentencia que convierte la verdad de un proceso electoral en la mentira de un proceso judicial, es una sentencia nula tachonada de nulidad absoluta.