Megaelecciones 21N-21
El 21N-21 los venezolanos hemos sido convocados a un proceso electoral que se ha dado en llamar Megaelecciones.
En el referido evento habrán de elegirse 23 Gobernadores de estados, 335 Alcaldes de municipios, 253 Legisladores de Consejos Legislativos estadales y 2471 Concejales de cámaras municipales.
A tal efecto, comienza, gradualmente, a percibirse un ambiente en el que el tejido político y social de la nación se estaría inclinando a participar en la contienda. Todo parece indicar que el estamento partidista opositor y otros actores políticos, que en los últimos procesos eleccionarios optaron por abstenerse, participarían esta vez.
Por mi parte, he venido manteniendo y sosteniendo que acudir a unas elecciones en las que las condiciones electorales imperantes sean una confección tipo ”prêt-à-porter” a favor del gobierno, pudieran probablemente arrojar para la oposición un resultado de no ganar. No obstante, si la decisión del estamento opositor fuese no participar, de seguro, el resultado sería sencillamente perder.
Ahora bien, no ganar es distinto a perder.
No ganar significaría no alcanzar algo que no se tiene, pero que se anhela y se pretende poseer.
Perder sería dejar de tener algo de lo que se ha dispuesto y que es percibido como de gran valía.
Lo dicho anteriormente, se podría probar, mantener y sostener si fijamos la atención en lo incontrovertiblemente ocurrido al estamento opositor en el lapso 2015-2021.
En 2015, en la ocasión de la elección de la Asamblea Nacional (AN), la oposición venezolana obtuvo un triunfo electoral sin precedentes. Logró obtener 2/3 de la representación popular en el poder legislativo nacional. Es decir, el nivel de legitimación popular había alcanzado una cota nunca antes soñada y una cuota de representación popular nunca antes vista.
A partir de 2017, la oposición adoptó la abstención electoral como respuesta política al llamado a elecciones.
En 2018, cuando se convocaron las elecciones presidenciales, la oposición se abstuvo de participar alegando la inconstitucionalidad de dicha convocatoria.
En 2020 tampoco participó en la elección para elegir la Asamblea Nacional alegando nuevamente, violaciones al texto constitucional.
Ahora estamos en julio de 2021 y es evidente que la cota de legitimación popular y la cuota de representación parlamentaria de la oposición venezolana se han desplomado dramáticamente. Es decir, perdió tanto la legitimación política como la representación parlamentaria de la que había dispuesto en 2015; y, además, no ganó porque no pudo o no supo alcanzar el cese de la usurpación, el gobierno de transición ni las elecciones libres que se había propuesto conseguir.
Estamos hoy a escasos 120 días del 12N-21 y hay quienes, todavía, insisten en demandar condiciones para poder participar.
Quien no espera y aspira vencer, será vencido porque vencido está.
Ante esto, no puedo dejar de traer a colación el famoso relato bíblico acerca de la confrontación entre el filisteo Goliat contra el israelita David. Se interpreta de la escritura, que Saúl, el rey de Israel, dudaba si debía darle autorización a David para que se enfrentara a semejante gigantón, habida consideración de que las ”condiciones objetivas” no estaban dadas.
Goliat, por su parte, blasfemaba contra el pueblo de Dios y eso le causaba indignación a David, quien resueltamente motivado y abrazado a la causa de su pueblo, Israel, combatió y como se sabe venció.
Así, entonces, según mi parecer, la oposición no puede ni debe seguir aferrada a una estrategia abstencionista, ya probada y comprobadamente ineficaz, políticamente hablando.
El ayuno de apoyo popular que exhibe el adversario es el vértice de la competitividad electoral opositora a partir del cual emergerá y se disparará el vórtice de votos requeridos para ganar las megaelecciones 21N-21 y avanzar hacia el logro del propósito supremo.