¿Quién dijo miedo?


El miedo es una de las siete emociones básicas que experimentamos los seres humanos. Hoy es domingo de resurrección y con ello celebramos que nuestro Señor Jesucristo haya vencido a la muerte. Mi artículo dominical lo intitulo: ¡Quién dijo miedo!. Expresión con la que quiero connotar la bujía que encendemos a la hora de enfrentar una situación difícil y/o riesgosa. Equivale a decir: “¡No tenemos miedo!” o “No nos vamos a dejar vencer por el miedo!”.
Exclamación que lleva en su seno un signo de valentía, casi retador, y que solemos usar cuando se está a punto de asumir un riesgo, entrar en conflicto o resistir algo que causa temor.
Es una manera de autoafirmarse y motivar a otros a no achicopalarse, habida consideración de que la honrosa causa de rescatar el instituto de previsión de los profesores UCistas tiene fuerza de virtud moral, profundamente solidaria. De otra forma: Nos disponemos, pues, a vencer con la verdad a la mentira.
La foto que acompaña este artículo da cuenta del foro: ”Mercado de Capitales”, convocado el pasado 10 de abril por el ilegítimo presidente de IPAPEDI. En ese conciliábulo ― ”concilio no convocado por autoridad legítima” – , de “cupos limitados”, además, porque con esa advertencia se convocó, pronto se evidenció el miedo. Confieso que lo oí en el silencio que produjo la desagradable sorpresa de mi presencia en cuanto entré al pequeño salón del conciliábulo.
Se notó en el ceño fruncido de la piara orweliana (Villaverde, dixit) y lo vi también en el indisimulado lenguaje corporal del ilegal y abusivo presidente.
El susodicho conjura como respira. Los actuales directivos del Instituto, en clara usurpación, cumplen quince (15) años de gestión ininterrumpida. Los últimos tres (3) son de abuso total, habida consideración de que la última elección se llevó a cabo en junio de 2019, hace ya seis (6) largos años. A lo largo del período de quince (15) años sembraron el miedo como cultura de gestión. Es incontrovertible que el miedo apareció cuando comenzaron hacer ¿según qué?, tomar decisiones ¿con base en qué?, y hablar con ¿según quien?
El abuso aceleró el miedo y la arbitrariedad fue la fuente de otros miedos. Lo sucedido en el referido “foro” que convocara IPAPEDI pasó a ser un hecho público, notorio y comunicacional.
Fermín Conde, el ilegítimo, tomó la palabra y habló durante más de dos horas continuas. El bodrio verbal fue un soliloquio redundante alrededor del machacón deseo de vender la fantasía bursátil, según la cual, los profesores de la UC hemos sido convertidos, ¿para bien?, en inversionistas ―casi indigentes, diríamos― de la Bolsa de Valores de Caracas. El profesor Tulio Hidalgo, quiso intervenir para pedir una moción de orden, un mecanismo parlamentario muy común, y como respuesta recibió una descarga irrespetuosa de su condición de universitario cabal. El profesor Edgar Peña pidió la palabra y hubo de insistir para que le fuese otorgada. Simplemente se limitó a narrar su experiencia personal, no tan satisfactoria, en la procura de materializar la capitalización de los ¡$14! que durante ¡10 meses! adquirió por su cartera de acciones. La respuesta recibida fue la típica huida hacia delante. Seguir y seguir.
Al terminarse la perorata llena de términos comunes, de quien escribe “canaya” (sic), y miente con placer, me levanté de mi asiento y pedí la palabra. La primera reacción del prepotente fue negar mi derecho, alegando que mi intención era sabotear el foro. Insistí y, finalmente, pude decir algo. ¿Qué logré decir? Simplemente, expresé que, con base en lo dicho por el susodicho, de que este año se harían las elecciones de IPAPEDI; deseaba saber en qué fecha serían esas elecciones. Parece que mi pregunta fue un disparo al blanco de los intereses y privilegios de unos cuantos, tanto, que gatilló en ellos la carga de animadversión que guardan en mi contra. Escuché y vi con tristeza y pena ajena que la piara orweliana me abucheara, vociferando a la vez que estaba fuera de orden y el grito de ¡saboteador!
Me retiré del recinto con cierta pena, lo confieso, pero no por sentir pesadumbre de haber incurrido en algún “traspié”, o por haber tenido el atrevimiento de meterme en la boca del lobo. Mi pesar era por la pena de haber visto el grado de deterioro que, en algunos, han sufrido los valores cívicos universitarios. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga. Pude afinar y precisar quiénes y cuántos son los pocos privilegiados que vendieron su razón a cambio de alguna comodidad.
Profesor(a), lo acontecido hizo crecer mi ánimo y motivación. Adelanto que no nos quedaremos de brazos cruzados y seguiremos luchando porque se restablezca la razón de ser de IPAPEDI: Servir al profesor afiliado en cuanto a su salud y previsión social. Para lo cual necesitamos restablecer nuestro derecho a elegir y ser elegidos. Dar término a la usurpación. Atentos pues, porque tenemos la obligación de convocar una ”Gran Asamblea de Profesores Socios de IPAPEDI”, por ser ella, estatutaria y legalmente, la suprema instancia de la asociación civil que nos reúne, y la que debe tomar sus decisiones colectivas más trascendentes y de hondo calado.